sábado, 17 de septiembre de 2011

Reflexiones sobre la práctica docente

Quisiera compartir algunas de las reflexiones que me han surgido a partir de mi experiencia de este año en la escuela,  y quizá a partir de darlas a conocer, empezar a conocer las de ustedes.


Reflexiones sobre la función docente

Desde nuestro lugar de docentes en formación, y desde la mínima experiencia de prácticas que nos ha tocado vivir este año, nos surgen diversos interrogantes. Teoría y práctica se enfrentan en muchos puntos y este enfrentamiento nos impone una reflexión crítica sobre el verdadero sentido de nuestra función como docentes. El diseño curricular nos prescribe determinados contenidos, que muchas veces a causa de la vorágine diaria y la realidad social que se nos impone se vuelven difíciles, sino imposibles, de abordar.
¿Qué es lo que buscamos generar en nuestros alumnos, con qué fin, cómo intervendremos desde nuestro lugar  para lograr eso que buscamos? Son preguntas que todo docente, o en nuestro caso, futuro docente, debiera realizarse.
Desde los comienzos de la  escolarización de masas, la sociedad ha evolucionado y esos cambios han modificado a su vez los propósitos de la educación escolar. Hoy en día la información está al alcance de todos. Vivimos rodeados de datos, imágenes, sonidos, y lo que se convierte en una tarea inevitable por parte de la escuela  es enseñar a buscar, analizar, seleccionar, comunicar etc.  esa información.
Desde las nuevas corrientes pedagógicas se plantea la necesidad de enseñar a estudiar, lo que sin duda se ve plasmado en el diseño curricular.  Se hace hincapié en la necesidad de la instrucción y de la guía de un otro, en este caso encarnado en la figura del docente, para lograr el desarrollo de las habilidades  del pensamiento crítico.
¿Pero acaso el desarrollo de dichas habilidades por parte de nuestros alumnos no es reflejo de cómo les presentamos los contenidos, de qué actividades les proponemos, de cómo reaccionamos ante sus dichos  e inquietudes? Una clase en donde el docente sitúe a los niños en el lugar de depositarios de ese supuesto saber que solo él posee, difícilmente se convierta en un “centro de recursos para el estudio"[i]. La concepción pedagógica que subyace en nuestras prácticas -la significación que le damos al acto de estudiar, al acto de leer, lo que entendemos por alfabetización, el lugar en donde colocamos al alumno-  determina lo que sucede en el aula,  lo que permitimos y propiciamos que en ella ocurra.
Por ejemplo, si limitamos, como tradicionalmente ocurre, el acto de estudiar al de resumir (entendido como reducción textual), convertimos una de las herramientas con las que contamos  para abordar un texto, en una actividad mecánica y sin sentido. Al respecto se afirma en Enseñar a estudiar: algunas propuestas: “Muchos textos escolares privilegian esta actividad reduciendo la idea de estudiar a la de resumir. Es importante tener en cuenta que muchas veces se necesita la ampliación de un texto para su comprensión y estudio. La necesidad de ampliación o reducción debe estar planteada en un contexto real de comunicación que le otorgue sentido”.[ii]
Es el decente el que determina, en función de sus decisiones pedagógicas, lo que sucede en el aula. No es lo mismo presentar una situación problemática que implica la necesidad de desarrollar una serie de acciones para abordarla (buscar información, registrarla, intercambiar con otros, comparar en distintas fuentes, formular hipótesis, realizar síntesis, etc.) y en cuyo transcurso los alumnos van descubriendo los distintos contenidos; que presentar los contenidos de manera ya acabada como algo incuestionable y cuya  reproducción memorística y mecánica  da cuenta de su incorporación. Hay una clara diferencia en concebir al alumno como objeto o sujeto de la educación[iii]. En relación a esto sostiene Paulo Freire “En cuanto acto de conocimiento y acto creador, el proceso de la alfabetización, tiene en el alfabetizado su sujeto. El hecho de que este necesite de la ayuda del educador, como ocurre en cualquier relación pedagógica, no significa que la ayuda del educador deba anular su creatividad y su responsabilidad en la creación de su lenguaje escrito y en la lectura de ese lenguaje”. (Freire, 1998).
En palabras de Eduardo Sartelli (2008) “el conocimiento es poder” y en una sociedad democrática todos debiéramos situarnos en una posición simétrica respecto del poder, es decir, que todos debiéramos tener las mismas oportunidades ante el conocimiento.
Teniendo en cuenta la afirmación de Carlos Cullen en Educación en y para la democracia: una apuesta a los medios: “Obsesivamente insisto en que no es lo mismo estar informados que conocer. Y que una sociedad del conocimiento, hacia donde debemos marchar, no es exactamente lo mismo que una sociedad de la información, donde sin duda ya estamos”. Podemos ver que lo que se impone a la escuela como responsabilidad ineludible, no es el suministrar informaciones sino el  brindar herramientas a los alumnos que les permitan estar en igualdad de condiciones ante el conocimiento, lo que a su vez posibilitará el ejercicio equitativo y responsable de la ciudadanía.
Las circunstancias en que nos toca ejercer nuestra futura tarea son ya conocidas por todos, en relación a ellas son muchos los desafíos que se le imponen hoy a la escuela y a los docentes, y se sabe que no será fácil. Pero como plantea Zea Leopoldo en La esencia del compromiso: “somos cautivos de las circunstancias que nos han tocado vivir pero tenemos la libertad de elegir que actitud asumimos ante ellas” Por mi parte adhiero a las Palabras de paulo Freire con las que quisiera cerrar este texto: “el educador debe ser, necesariamente un político. Debe contribuir a la transformación de una sociedad injusta en otra más justa, por eso es un político”.[iv]



[i] Direccion General de Cultura y Educación. Enseñar a estudiar: algunas propuestas.
[ii] Direccion General de Cultura y Educación. Enseñar a estudiar: algunas propuestas. Pag.13
[iii] Kaplum, M. Modelos de educación y  modelos de comunicación, en una Pedagogia de la comunicación. Madrid. De la torre. 1998.
[iv] Apertura de las jornadas de educación popular en el centro Cultural san Martin. Buenos Aires, 1985.

2 comentarios:

  1. Muy interesante, pero también complejo, porque no existen respuestas para todos los desconciertos que nos surgen en el aula donde interactúan, docentes, alumnos/as,conflictos, saberes,distintas realidades, necesidades y formas de pensar, vivir y actuar...etc.Pero también confío que si le ponemos el alma a lo que hacemos algo muy bueno vamos a dejar plasmado en las mentes y en los corazones de esos niños/as que tengamos la responsabilidad de enseñar.Y aunque sea una vez en su período de aprendizaje puedan decir tuve una seño, que me enseño con amor y respeto, nunca voy a olvidar todo lo que me dio. El mejor galardón podamos recibir.

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  2. ME encantò tu reflexión Erika y debemos estar seguras que es posible el cambio!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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